Las once y pico de la noche. Las farolas iluminan la acera. Acabo de
despedirme de Andrea y de Marta, así que camino solo. Ya no quedan tiendas
abiertas; todas han cerrado, a excepción de alguna tienda asiática, esas que vulgarmente
conoces por ‘chinos’. Las personas
que pasan a mi lado me miran indiferentes y continúan su camino con
determinación, algunos ya con ganas de llegar a casa, imagino. Grandes
edificios se levantan orgullosos a mi derecha y a mi izquierda, como
abrazándome. Por mucho que insista no logro llegar a ver el final de la
calle. A algunos les he llegado a oír
que les agobia, que les estresa. Pero para qué mentir, yo adoro esto. He estado
mucho tiempo fuera, pero todo permanece en su lugar. La ciudad que me vio
crecer no ha cambiado, y yo sigo enamorado de ella. Siguiendo las luces
continúo andando, pensando un poco en todo esto. Sin poder evitarlo se me
escapa una sonrisa. He vuelto a casa.
Algunas fotos.
0 comentarios:
Publicar un comentario